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martes, 4 de septiembre de 2012


LA QUIETUD DE SARA



¡Sara, ¿que hiciste Sara!?” es lo primero que va a decir cuando entre. Pero yo no voy a estar, o mejor dicho, voy a estar lejos y quizás no regrese. Así va a aprender ése desgraciado, se va a llevar el susto de su vida, vas a ver. Pero no, no es que no te quiera, lo que pasa es que…ya sé, ya sé que se lo iba a decir en éstos días, pero hoy no Inés, ¿que se te puso en la cabeza de que tiene que ser hoy?, dejame que lo maneje yo mejor, no me presiones, sabés que no me gusta que te pongas pesada con ése tema, o a lo mejor no vuelvo más y me quedo acá tirada unos cuántos días hasta que me encuentren…que sé yo, ya no me importa, da igual; todo me da igual: la vida, la muerte, todo; y si me muero mejor, total para vivir así… Esto no es vida, es una desgracia, una pesadilla de porquería. Pero se acabó. Hoy se acabó. No me joden más éstos dos; ni él ni la desgraciada ésa de Inés que se hacía la amiga y mirá.
Dame un mate más y me voy que se me hace tarde; Sara ya debe estar haciendo la comida, y si no llego y se le enfría empieza a los gritos; bah, siempre empieza a los gritos, si no es por una cosa es por otra; pero siempre a los gritos.¿Y ahora que te pasa a vos?, dale che, no seas tonta, mañana no puedo; sabés que los jueves se me complica, pero el viernes vengo tempranito a la tarde. A eso de las seis por ahí ya estoy acá. Pasáme el sobretodo que afuera debe hacer un frío bárbaro, y ahora hay que ver si arranca ésta batata. Chau Inés. Yo también.
¡Qué idiota soy yo también, qué idiota! Y pensar que fui yo quien los presentó, ¡qué idiota! Pero, ¿qué me iba a imaginar que ésta zorra se iba a fijar en mi marido?; si ella quisiera podría tener a alguien más joven inclusive… Pero no, tenía que arruinarme la vida nomas, porque no hay otros hombres en el mundo. No, tenía que ser mi marido. Tiene razón Inés, soy un cobarde, le tengo miedo a Sara. Pero ¿qué le voy a hacer?, no puedo sentarme a hablar con ella y decirle, en buenos términos: “Mirá Sara, esto ya no va más”, porque eso ya lo sabemos los dos desde hace tiempo, y nunca nos importó. Lo que pasa es que ahora está Inés de por medio y… Pero no, no puedo, yo conozco bien a Sara y es capaz de hacer cualquier cosa, cualquier locura si se llega a enterar … “Terrero 544 planta baja 2. Pago con veinte, ¿cuánto va a tardar?, ¿veinte minutos más o menos? Bueno gracias.” Todas las noches lo mismo, ya estoy cansada. Llega la hora de cenar y me agarra esa angustia… Soy una estúpida cuando me pongo a pensar que un día de éstos se lo va a decir y se va a venir a vivir conmigo; que a la noche ya no se va a ir más y yo le voy a preguntar:”¿Amor, que querés de cenar? Y él me conteste distraído cualquier cosa, y entonces yo voy a volver a cocinar como antes y nunca más la soledad, y esta depresión y la rotisería esa de mierda que te arranca la cabeza por una milanesa con papas fritas…
¡Pero si está cortada Triunvirato, ¿por qué no avisan?! No ponen un cartel ni nada. ¡Mirá que despelote es esto, no me voy más de acá…! Bah, no se para que me apuro a llegar a casa si a la larga es para hacerme mala sangre nomas: las preguntas de siempre, los reproches de siempre, la estupidez sin sentido de todos los días.
No se por qué no me animo de una vez por todas, y le digo a Sara las cosas como son y chau; que haga su vida, yo la mía y nos ahorramos de seguir ésta tortura que nos va quitando las ganas de vivir, de comer, de mirar tele, de salir de vacaciones, de pasar las fiestas… después de todo no estamos casados, ni tenemos hijos... Nada en común, nada. A ella se le complicaría porque tendría que salir a buscar trabajo, y de qué va a trabajar si no trabajó nunca. ¡Dale che, no ves que no anda el semáforo… poné la trompa y metete…! Lo que pasa es que son doce años de convivencia y aunque parezca mentira, eso pesa a la hora de tomar decisiones así. Uno no puede llegar un día y mientras toma unos mates decirle: “Querida, te dejo, me voy de casa”. No, esto hay que ir preparándolo de a poco y ya es hora de empezar a hacerlo: no vaya a ser cosa que Inés un día se canse y me deje. Ella es joven y hermosa, no tardaría en reemplazarme…
Pero no me voy a dar por vencida. Seré una estúpida pero nunca claudiqué en mi vida y no voy a hacerlo justo ahora. El amor de Ignacio ahora me pertenece; no me puedo quedar de brazos cruzados a esperar que un día él tome el coraje necesario y enfrente la situación como se debe. Si le tiene miedo a Sara, yo no. Y ahora mismo la voy a llamar por teléfono y le voy a contar todo y que sea lo que Dios quiera. Si no supo darle lo que Ignacio necesitaba, yo no tengo la culpa; él esta conmigo porque yo sí sé lo que él quiere y se lo doy. No siento el menor remordimiento en hacer lo que hago. No señor.
Es raro que no conteste… suena, suena y parece que no hubiera nadie. Pero si ella a esta hora siempre esta. Ignacio no debe haber llegado todavía…
Es raro, ya no siento las piernas, ni los brazos, ni tengo fuerzas para abrir los ojos siquiera. Pero estoy cómoda, sin dolor y siento que me alejo… La verdad es que nunca en la vida me sentí mejor; ahora entiendo por qué tanta gente anda en esto de la droga. Nada más el frío del piso de la cocina me está helando la cabeza, y es tan duro y blando a la vez; ni el frasco de pastillas siento entre los dedos; el frasco vacío digo... Lamento tanto no poder ver la expresión de Ignacio cuando me vea acá tirada… Va a ser muy distinta a la que tenía hoy a la tarde cuando salía del hotel muy juntito y a los besitos con ésa zorra de Inés. Pero con éste susto se van a curar vas a ver. Ésa no se va a acercar nunca más a Ignacio, porque ya va a saber de lo que soy capaz de hacer.
Y al fin dejó ese teléfono de sonar. Hacía rato que venía sonando. ¿Quién sería? Ahora siento que me hundo más y más ¿es que éste pozo no piensa tener fin? Voy a tratarla con indiferencia, como si sus gritos y reproches no me afectaran, y así va a empezar a sentir la verdadera distancia que hay entre nosotros. De lo fría que se ha vuelto nuestra relación. Voy a decirle “hola” así nomas y me meto derechito en la cocina a cebarme unos mates antes de comer. ¿Dónde carajo puse las llaves…? ¡Pero Sara, ¿que hiciste Sara?!



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