LA QUIETUD DE SARA
“¡Sara,
¿que hiciste Sara!?” es lo primero que va a decir cuando entre.
Pero yo no voy a estar, o mejor dicho, voy a estar lejos y quizás
no regrese. Así va a aprender ése desgraciado, se va a llevar el
susto de su vida, vas a ver. Pero no, no es que no te quiera, lo que
pasa es que…ya sé, ya sé que se lo iba a decir en éstos días,
pero hoy no Inés, ¿que se te puso en la cabeza de que tiene que ser
hoy?, dejame que lo maneje yo mejor, no me presiones, sabés que no
me gusta que te pongas pesada con ése tema, o a lo mejor no vuelvo
más y me quedo acá tirada unos cuántos días hasta que me
encuentren…que sé yo, ya no me importa, da igual; todo me da
igual: la vida, la muerte, todo; y si me muero mejor, total para
vivir así… Esto no es vida, es una desgracia, una pesadilla de
porquería. Pero se acabó. Hoy se acabó. No me joden más éstos
dos; ni él ni la desgraciada ésa de Inés que se hacía la amiga y
mirá.
Dame
un mate más y me voy que se me hace tarde; Sara ya debe estar
haciendo la comida, y si no llego y se le enfría empieza a los
gritos; bah, siempre empieza a los gritos, si no es por una cosa es
por otra; pero siempre a los gritos.¿Y ahora que te pasa a vos?,
dale che, no seas tonta, mañana no puedo; sabés que los jueves se
me complica, pero el viernes vengo tempranito a la tarde. A eso de
las seis por ahí ya estoy acá. Pasáme el sobretodo que afuera debe
hacer un frío bárbaro, y ahora hay que ver si arranca ésta batata.
Chau Inés. Yo también.
¡Qué
idiota soy yo también, qué idiota! Y pensar que fui yo quien los
presentó, ¡qué idiota! Pero, ¿qué me iba a imaginar que ésta
zorra se iba a fijar en mi marido?; si ella quisiera podría tener a
alguien más joven inclusive… Pero no, tenía que arruinarme la
vida nomas, porque no hay otros hombres en el mundo. No, tenía que
ser mi marido. Tiene razón Inés, soy un cobarde, le tengo miedo a
Sara. Pero ¿qué le voy a hacer?, no puedo sentarme a hablar con
ella y decirle, en buenos términos: “Mirá Sara, esto ya no va
más”, porque eso ya lo sabemos los dos desde hace tiempo, y nunca
nos importó. Lo que pasa es que ahora está Inés de por medio y…
Pero no, no puedo, yo conozco bien a Sara y es capaz de hacer
cualquier cosa, cualquier locura si se llega a enterar … “Terrero
544 planta baja 2. Pago con veinte, ¿cuánto va a tardar?, ¿veinte
minutos más o menos? Bueno gracias.” Todas las noches lo mismo, ya
estoy cansada. Llega la hora de cenar y me agarra esa angustia… Soy
una estúpida cuando me pongo a pensar que un día de éstos se lo va
a decir y se va a venir a vivir conmigo; que a la noche ya no se va a
ir más y yo le voy a preguntar:”¿Amor, que querés de cenar? Y él
me conteste distraído cualquier cosa, y entonces yo voy a volver a
cocinar como antes y nunca más la soledad, y esta depresión y la
rotisería esa de mierda que te arranca la cabeza por una milanesa
con papas fritas…
¡Pero
si está cortada Triunvirato, ¿por qué no avisan?! No ponen un
cartel ni nada. ¡Mirá que despelote es esto, no me voy más de
acá…! Bah, no se para que me apuro a llegar a casa si a la larga
es para hacerme mala sangre nomas: las preguntas de siempre, los
reproches de siempre, la estupidez sin sentido de todos los días.
No
se por qué no me animo de una vez por todas, y le digo a Sara las
cosas como son y chau; que haga su vida, yo la mía y nos ahorramos
de seguir ésta tortura que nos va quitando las ganas de vivir, de
comer, de mirar tele, de salir de vacaciones, de pasar las fiestas…
después de todo no estamos casados, ni tenemos hijos... Nada en
común, nada. A ella se le complicaría porque tendría que salir a
buscar trabajo, y de qué va a trabajar si no trabajó nunca. ¡Dale
che, no ves que no anda el semáforo… poné la trompa y metete…!
Lo que pasa es que son doce años de convivencia y aunque parezca
mentira, eso pesa a la hora de tomar decisiones así. Uno no puede
llegar un día y mientras toma unos mates decirle: “Querida, te
dejo, me voy de casa”. No, esto hay que ir preparándolo de a poco
y ya es hora de empezar a hacerlo: no vaya a ser cosa que Inés un
día se canse y me deje. Ella es joven y hermosa, no tardaría en
reemplazarme…
Pero
no me voy a dar por vencida. Seré una estúpida pero nunca claudiqué
en mi vida y no voy a hacerlo justo ahora. El amor de Ignacio ahora
me pertenece; no me puedo quedar de brazos cruzados a esperar que un
día él tome el coraje necesario y enfrente la situación como se
debe. Si le tiene miedo a Sara, yo no. Y ahora mismo la voy a llamar
por teléfono y le voy a contar todo y que sea lo que Dios quiera. Si
no supo darle lo que Ignacio necesitaba, yo no tengo la culpa; él
esta conmigo porque yo sí sé lo que él quiere y se lo doy. No
siento el menor remordimiento en hacer lo que hago. No señor.
Es
raro que no conteste… suena, suena y parece que no hubiera nadie.
Pero si ella a esta hora siempre esta. Ignacio no debe haber llegado
todavía…
Es
raro, ya no siento las piernas, ni los brazos, ni tengo fuerzas para
abrir los ojos siquiera. Pero estoy cómoda, sin dolor y siento que
me alejo… La verdad es que nunca en la vida me sentí mejor; ahora
entiendo por qué tanta gente anda en esto de la droga. Nada más el
frío del piso de la cocina me está helando la cabeza, y es tan duro
y blando a la vez; ni el frasco de pastillas siento entre los dedos;
el frasco vacío digo... Lamento tanto no poder ver la expresión de
Ignacio cuando me vea acá tirada… Va a ser muy distinta a la que
tenía hoy a la tarde cuando salía del hotel muy juntito y a los
besitos con ésa zorra de Inés. Pero con éste susto se van a curar
vas a ver. Ésa no se va a acercar nunca más a Ignacio, porque ya va
a saber de lo que soy capaz de hacer.
Y
al fin dejó ese teléfono de sonar. Hacía rato que venía sonando.
¿Quién sería? Ahora siento que me hundo más y más ¿es que éste
pozo no piensa tener fin? Voy a tratarla con indiferencia, como si
sus gritos y reproches no me afectaran, y así va a empezar a sentir
la verdadera distancia que hay entre nosotros. De lo fría que se ha
vuelto nuestra relación. Voy a decirle “hola” así nomas y me
meto derechito en la cocina a cebarme unos mates antes de comer.
¿Dónde carajo puse las llaves…? ¡Pero Sara, ¿que hiciste Sara?!